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El Papa Francisco a los musulmanes
Sébastien Maillard

«Cristianos y musulmanes del país (Rep. de Centro África) están condenados a vivir juntos y a amarse», declaraba sin matices el imán de la mezquita central de Bangui, Tidiani Moussa Naibi, al recibir al Papa Francisco.


Una visita arriesgada y simbólica

Con esta visita arriesgada y muy simbólica de día y medio en Centro-África, el Papa quiso mostrar que la paz podía volver a este barrio del PK-5 donde los musulmanes no salen por miedo a ser asesinados por las milicias cristianas. A lo largo de la carretera, los comercios de los musulmanes están cerrados por falta de clientes que se arriesguen.

“Los revoltosos podrán retardar la realización de uno u otro proyecto, pero nunca podrán destruir, in sha Allah, los lazos de fraternidad que unen a nuestras comunidades” dijo el imán al recibir al Papa en su mezquita acompañado por el nuncio y el arzobispo de Bangui, Mons. Dieudonné Nzapalainga.

“Después de los atentados de París, el Papa tenía que venir, si no hubiese sido la victoria del mal”, comentaba Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, la revista italiana de los jesuitas, cercana a Jorge Bergoglio. La visita estaba considerada de alto riesgo.

Centenares de cascos azules

Cascos azules se instalaron en los minaretes de las mezquitas y a lo largo de las calles de los alrededores:

“El Papa viene con un mensaje de reconciliación. La próxima vez podría ser el imán de un país musulmán” comentaba alguien en el interior de la mezquita acompañado por cuatro imanes. En el patio de tierra de muros verde y blanco se han instalado las tiendas de los refugiados.

“Cristianos y musulmanes somos hermanos. Debemos considerarnos y comportarnos como tales” declaró el Papa al llegar a la mezquita en su papa-móvil abierto. Jóvenes musulmanes llevaban tee-shirts con su foto y un pastor se abraza a un imán.

“Ya sabemos que los últimos acontecimientos y la violencia que asoló el país no tenían motivos propiamente religiosos. El que cree en Dios tiene que ser un hombro o una mujer de paz” insistía el Papa. Y para unir el gesto a la palabra, se acercó a visitar una escuela musulmana cercana con una minoría cristiana.

Multiplicar los gestos de paz

Otro gesto significativo de la víspera, durante la Misa del primer domingo del Adviento en la catedral de Bangui, el Papa bajó del altar a saludar al imán Omar Kobine Layama y al pastor Nicolas Guerekoyame-Gbangou. Con Mons. Nzapalainga, los tres multiplicaron gestos de paz que el Papa subrayó en su discurso de la mezquita: “En estos tiempos dramáticos, los responsables religiosos, cristianos y musulmanes, quieren estar a la altura de los desafíos del momento. Juntos han jugado un papel importante para restablecer la armonía y la fraternidad entre todos”.

En un clima de odio y venganza, eso requiere una determinación firme para un cambio de actitud como la que llevó al Papa a dirigirse a los jóvenes centroafricanos a hablarles del “amor a los enemigos”.

“La paz se realiza todos los días”

La paz no es un documento que se firma y queda allí. La paz se hace todos los días, es un trabajo de artesanía que se hace con las propias manos” explicó de forma sencilla invitándo a seguir en el país e invertirse en él.

Camino de la Misa final del 30 de Noviembre, en un estadio lleno hasta rebosar, Maxime Rivière, 39 años, un crucifijo al cuello, cree en el mensaje:

- Mi hermano fue asesinado por los musulmanes que iniciaron todo. La casa de mi padre está en PK 5 y no puedo ir allí, pero perdono de todo corazón, me dice. Y suplica:

- Espero que después de la marcha del Papa, la paz que ha marcado la ciudad durante su estancia, no sea un paréntesis.

Sébastien Maillard (Bangui).